Sonaban las doce del mediodía en Florida y Clara una joven de trece años salía de la escuela. Ya estaban a fines de noviembre, este era un día de apabullante calor, el sol del mediodía curtía la piel de Clara, era una morocha de ojos verdes, muy bonita.
Lo que si la escuela no le interesaba, ella había repetido dos años, aunque ese era su ultimo año allí.
Al llegar a su casa una abuela negra de crianza la esperaba, su comida no era ni rica ni colorida, la cual comía a duras penas.
- ¿Como te fue? – pregunto su nana Amalia —esta muy callada.
- Todo bien, esperando que esto ya termine –comento clara
- Que, que cosa termine –agrego su nana sorprendida por la respuesta de está.
- La escuela –fue lo único que contesto clara –me voy a mi cuarto –agrego finalmente.
- Pero niña como hablas así— dijo su nana con un tono autoritario –ya te vas a encerrar en tu habitación, sal, disfruta de tu vida, siempre en ese cuarto lúgubre, oscuro y con poca ventilación –concluyo finalmente Amalia sin respuesta alguna de parte de Clara.
De sus padres no sabía nada, en sus cortos trece años tenía claro que las personas que la habían criado era su abuelo, un don de 80 años y la negra Amalia a la que quería como a una abuela y de la única persona que había recibido afecto.
Antes que llegara la primavera Clara encontró unos librasen la despensa de la casa, los cuales estaban como ocultos muy bien guardados, por no decir escondidos.
Clara tomo los libros sin permiso y los llevo a su habitación, al cerrar la puerta su curiosidad la absorbía al abrirlos, se dio cuenta que habían pertenecido a una persona de nombre Alicia, sin apellido, con una fecha de más de trece años atrás, el libro era extenso con muchas paginas, palabras y muy pocos dibujos. A Clara no le agradaba leer pero este libro era como si la atrapara, no titubeo comenzó a leerlo con una devoción única, desconocida para ella.
-Sal de ese cuarto –le grito la negra Amalia desde alguna otra parte de la casa.
Un silencio absoluto salía del cuarto, nadie contestaba. De un portazo Amalia entro
- Que vas a hacer todo el día acostada, sin ayudarme, que lees? – le pregunto a Clara
- Nada y ya te he dicho que mi cuarto es mió y nadie entra –dijo Clara en un tono de voz bastante elevado para el gusto de Amalia.
- Niña arrogante, te vas a quedar sola… Sal ya de este cuarto, tu abuelo no tarda en llegar- dijo la negra que ya estaba bastante enfurecida.
- A mi abuelo poco le importo –logro agregar.
<<Que extraño>> pensó clara, mientras avanzaba en la lectura, notaba frases escritas por Alicia suponía ella, aunque no la conocía ya la estaba comprendiendo, que soledad siente esta persona, que le paso se preguntaba ella. Una de las frases que no se aburría de leer decía “Ya han pasado más de siete meses y creses dentro de mi, me siente” “Por lo menos a vos te tengo, me oyes, me escuchas”. A quien le decía todo esto Alicia con quien hablaba. A medida que pasaba el tiempo notaba que a la joven que le había pertenecido el libro sufría y estaba muy sola.
Al fin la escuela había terminado Clara se preparaba para tener otro verano en su casa.
-Toma un jugo niña y deja esos libros ¿De donde los sacaste? –pregunto su nana con un toque de curiosidad en cada palabra
-Sacar que?
-Los libros –le dijo Amalia mientras le echaba una fugas mirada a Clara
-M…… de una amiga –contesto Clara
-Cual? Nunca he conocido a nadie
-Siempre igual, metiéndote en mi vida –agrego Clara como para cambiar de tema.
En la sala continua su abuelo, mirando la situación pregunto que sucedía.
-Nada… Esta niña… - dijo Amalia mirando al fondo- la higuera esta cada día mas frondosa – dijo para así lograr cambiar de tema.
-Si… -fue lo único que dijo el abuelo de Clara
El libro y los comentarios de Alicia se hacían cada vez más interesantes, la hacían madurar, ver esa vida como la de ella, aunque en algunos momentos no entendía a Alicia.
Tenía que pedir ayuda sobre quien era esta joven y la única persona que la podía ayudar era Amalia, pero como preguntar sin levantar sospechas.
Ya le faltaba poco para terminar el libro, el cual la había acompañado por más de tres meses y su Amiga Alicia que opinaría al saber que estaba leyendo sus pensamientos
El libro no era muy bueno pero las interrupciones de Alicia la atrapaban.
-Amalia encontré unos libros en la despensa de quien son? –pregunto Clara con un tono dulce.
Mirando por encima del hombro mientras lavaba la losa su nana le dijo: De que hablas?
-De unos libros que encontré en la despensa que pertenecían a Alicia quien es?, que ha pasado con ella? –pregunto Clara
En ese momento a Amalia se le callo un plato al suelo, asiéndose trisas.
-Mira niña lo que me has hecho hacer con tanta pregunta, ve a hacer algo útil con tu tiempo y déjame en paz –concluyo Amalia nerviosamente.
Clara noto que su nana ocultaba algo, pero que era, a su abuelo nada podía preguntarle el era my hermético nunca le diría a quien pertenecía.
Al llegar a las últimas líneas de libro, Alicia se sentía mal, triste. Aparecía otra fecha cuatro de diciembre de mil novecientos noventa y siete y otro comentario: “Hoy estas aquí conmigo eres hermosa niña mía, tus ojos son como dos esmeraldas verdes y brillosos, tu piel trigueña, te preces a mi, aunque tu padre nunca te conocerá yo se que te amaría tanto como yo…… Amalia me ayudo a traerte al mundo… Me siento tan débil, tu abuelo no me habla, solo basurea. Dios proteja a mi niña que nadie le haga daño. Me siento débil estas palabras de este libro te van a acompañar a lo largo de tu vida en las noches, Amalia me ayudo a cuidarte por que yo estaba muy débil, sos un regalo de dios con mis dieciséis años nunca pensé que algo me hiciera tan feliz… Hoy decidí como te llamaras, me parece que me queda poco tiempo a tu lado mi dulce niña eres mi claridad, mi alegría, Te Amo Clara.
En ese momento los ojos de Clara se llenaron de lágrimas, no lo podía creer tantos años sin saber quienes eran sus padres. En sus manos tenía en tesoro mas importante de su vida al fin sabia que alguien la había amado, que su madre le había apuesto su nombre, el corazón le iba a mil, se ahogaba con sus propias lagrimas y al mismo tiempo una alegría la invadía.
Esa noche no pudo dormir solo pensaba en lo feliz que se sentía.
Todas las dudas que la invadían solo la podía ayudar su abuelo a descubrir su pasado y si en realidad Alicia era su madre.
Al otro día se levanto muy temprano su abuelo ya estaba sentado bajo la higuera…
-Buenos días abuelo –saludo Clara y sin gesto alguno su abuelo la miro
-Que te pasa niña? Te caíste de la cama? –pregunto esté
-No abuelo, y todo a la ves ya se quien es mi madre, tu hija Alicia.
Clara fue la única vez que vio llorar a su abuelo.
-Me duele hablar de esto pero si, tu madre, mi hija se llamaba Alicia y era hermosa como vos –fue lo único que logro decir su abuelo.
-Por que nunca me has contado nada de ella
-Para que no sufrieras mi niña como yo lo he hecho.
En ese momento su abuelo la abrazo como nunca lo había hecho, le demostró todo lo que la amaba, lloraron juntos sin decir runa palabra como si su mente y su corazón fueran uno solo.
Autor: Aldana Robaina
Autor: Aldana Robaina
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